INVASIÓN A GUATEMALA (1954)
El gobierno de E.E.U.U, el cual prepara la invasión de Guatemala desde Honduras, atribuye a Guatemala la intención de invadir Honduras y toda América Central. A la vista están los tentáculos del Kremlin, denuncia John Moors Cabot desde la Casa Blanca. El embajador Peurifoy advierte en Guatemala: No podemos permitir que se establezca una república soviética desde Texas hasta el Canal de Panamá. La piedra del escándalo es un cargamento de armas embarcado desde Checoslovaquia. Los Estados Unidos han prohibido la venta de armas a Guatemala.
Para esta invasión hubo cuatro antecedentes principales, los cuales detallaremos a continuación:
1: Se bombardea a la opinión pública mundial con noticias y artículos, declaraciones, panfletos, fotografías, películas y tiras cómicas sobre las atrocidades comunistas en Guatemala. Este material pedagógico, que jamás confiesa su origen, proviene de la oficinas de la United Fruit (Empresa) en Boston o de las oficinas del gobierno en Washington.
2: El arzobispo de Guatemala, Mariano Rossell Arellano, exhorta a la población a sublevarse contra el comunismo enemigo de Dios y de la Patria. Treinta aviones de la CIA riegan su pastoral por todo el país. El arzobispo hace llegar a la capital la imagen popular del Cristo de Esquipulas, que será nombrado Capitán General de la Cruzada Libertadora.
3: En la Conferencia Panamericana, John Foster Dulles golpea la mesa con el puño y arranca la bendición de la OEA a la proyectada invasión. En las Naciones Unidas, Henry Cabot Lodge bloquea las demandas de auxilio de Jacobo Árbenz. La diplomacia norteamericana se moviliza en todo el mundo. Se obtiene la complicidad de Inglaterra y Francia a cambio de un compromiso de silencio de los Estados Unidos sobre los delicados asuntos del Canal de Suez, Chipre e Indochina.
4: Los dictadores de Nicaragua, Honduras, Venezuela y República Dominicana no sólo brindan campos de entrenamiento, emisoras de radio y aeropuertos a la Operación Guatemala. También aportan lo suyo a la campaña de propaganda. Somoza reúne a la prensa internacional en Managua y muestra unas cuantas pistolas que llevan grabado el sello de la hoz y el martillo. Dice que provienen de un submarino ruso y que han sido interceptadas camino de Guatemala.
Luego de este hecho se da inicio a la invasión estadounidense a Guatemala la cual no tiene aviones ni batería antiaérea, de modo que los pilotos norteamericanos, en aviones norteamericanos, bombardean el país con toda comodidad.
Una poderosa emisora de la CIA, instalada en la azotea de la embajada de los Estados Unidos, difunde confusión y pánico en todo el país: la Máquina de Mentir informa al mundo que ésa es la radio rebelde, La Voz de la Liberación, transmitiendo desde la jungla de Guatemala la marcha triunfal del coronel Castillo Armas. Mientras tanto, Castillo Armas, acampado con toda su tropa en una plantación de la United Fruit en Honduras, espera órdenes de la Máquina de Decidir.
El gobierno de Árbenz asiste, paralizado, a su propio derrumbe. Los bombardeos aéreos llegan a la capital y revientan los depósitos de combustible. El gobierno se limita a enterrar a los muertos. El ejército mercenario, Dios, Patria, Libertad, atraviesa la frontera. No encuentra resistencia. Por dinero o por miedo, los jefes militares rinden sus tropas sin disparar un tiro. Un médico argentino de ventipocos años, Ernesto Guevara, intenta, en vano, organizar la defensa popular en la capital: no sabe cómo ni tiene con qué. Improvisadas milicias deambulan, desarmadas, por las calles. Cuando Árbenz manda, por fin, abrir los arsenales, los oficiales se niegan a obedecer. Uno de estos días sombríos y sin grandeza, Guevara sufre un ataque de asma y de indignación; y una medianoche, al cabo de dos semanas de bombardeos, el presidente Árbenz baja lentamente las escalinatas del Palacio Nacional, cruza la calle y pide asilo en la embajada de México.
Y así es como el gobierno estadounidense, a través de maniobras hábiles, aunque despreciables invadió Guatemala y pudo, como en tantos otros países, controlarla políticamente.